Flores de Mieza: la viborera

La viborera (Echium plantagineum) ó chupamieles (por esas redes se podía encontrar a alguna salmantina de origen que recordaba como de pequeña chupaban estas flores, y sabían dulce) es una planta cuyas flores son como trompetillas de color violeta profundo. Su espectacular nombre (o uno de ellos) y su identificación científica responden al parecido de sus frutos con la cabeza de la víbora (echis es el latín para «víbora»), y por ello en la Edad Media se creía que protegía contra estos animales, y que servía como remedio para su picadura. También es conocida como lengua de buey ó lenguaza, en catalán llengua de bou y en inglés Purple Viper’s Bugloss (del griego bous, «buey», y glossa, lengua), por la forma y el tacto áspero de las hojas, aunque no hay que confundirla con la buglosa, un tipo de borraja.

Para variar, en Australia es una planta muy invasora, y allí también se la conoce con los tremendos nombres de Paterson’s Curse («la maldición de Patterson»), por el apellido de la que que se supone que fue la colona que llevó las primeras semillas desde Europa para embellecer su jardín, contaminando accidentalmente los pastos, y Salvation Jane, porque en tiempos de sequía servía como pasto para el ganado gracias a su resistencia a la falta de agua, y así el ganado no moría. Sin embargo, y de forma paradójica, contiene una pequeñísima cantidad de un alcaloide parecido al curare, y si se ingiere la planta en grandes cantidades puede llegar a producir envenenamiento. De hecho, tras los fuegos de Canberra del 2003, se contabilizaron de forma oficial 40 muertes de caballos por haber comido viborera. Cuando se usa como pasto es necesario controlar la ingesta que hace el ganado de la planta, y no parece estar claro si los beneficios por su consumo superan a los gastos por muertes de reses y por los propios controles.

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