El santo al cielo: Santa Lucía

Para Diana, que en Oviedo vio a Santa Lucía con otros ojos.

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Como pasaba con los mártires serios, Lucía fue una romana cristiana de Siracusa de buena familia que en época del emperador Diocleciano repartió su fortuna entre los pobres (como agradecimiento a Santa Ágata por la curación de la enfermedad de su madre), se negó a casarse con un pagano y consagró su virginidad a Dios. Cuenta Jacobus de Voragine en la impagable Leyenda Dorada que, denunciada al gobernador por la familia del frustado novio, fue condenada a ingresar en un prostíbulo. Sin embargo, cuando unos soldados fueron a llevársela para ejecutar la sentencia, todos comprobaron asombrados que eran incapaces de moverla del sitio ni usando una yunta de bueyes.

El gobernador, exasperado por las recriminaciones que le hacía la futura santa, ordenó que la quemaran viva. Como tampoco así conseguían que callara le clavaron una daga en el cuello, a pesar de lo cual ella siguió clamando contra el emperador y sus torturadores, y profetizando el triunfo último del cristianismo sobre Roma, además de anunciar que en el futuro la considerarían la patrona de Siracusa (como así fue, aunque a toro pasado cualquiera escribe una profecía). Pese a las heridas del tormento, Lucía permaneció inamovible en el mismo lugar y no murió hasta que un sacerdote le administró la comunión, tras lo cual abandonó su alma a Dios.

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El bueno de Jacobus no incluyó en la Leyenda Dorada el detalle más truculento (y popular) que los devotos de Santa Lucía manejaban desde las versiones más antiguas del martirio, y que explicaba que también le arrancaron los ojos con una horca. A pesar de la mutilación, Lucía milagrosamente conservaba la vista aún sin los ojos, que posteriormente Dios repuso en su lugar. Su representación junto con los ojos extraídos y dispuestos en un platillo hacen a esta santa unas de las más reconocibles de la imaginería cristiana.

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Santa Lucía es la tradicional patrona de los ciegos («que Santa Llúcia em conservi la vista»), pero con los años pasó a serlo también de sastres y modistas (profesiones de vista estragada), y más recientemente aún, de oculistas y fotógrafos. Su nombre deriva de lux, lucis, latín para «luz», y la fiesta se celebra el día 13 de diciembre, que en el calendario juliano caía sospechosamente cerca del solsticio de invierno, el día del año en que la noche dura más («por Santa Lucía, mengua la noche y crece el día»), y en que actualmente se celebran fiestas como el Día de Sankta Lucia en algunos países escandinavos, que conservan rasgos de su origen pagano (sin contar con que Santa Lucía es de los poquísimos santos a los que se venera en la iglesia luterana de los países escandinavos, donde las noches son interminables).

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Hace unas semanas me tropecé en la exposición «Los esquizos de Madrid» del Reina Sofía con la fantástica pintura de Sigfrido Martín Begué que aparece en la parte superior derecha de esta página.

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El cuadro está dedicado a la vista, y forma parte una serie dedicada a los sentidos. No faltan en él los ojos extraídos, aunque el rostro oculto de la figura nos sugiere que, al contrario que en la mayoría de representaciones de Santa Lucía, en este caso no conserva también otros en la cara. El cuadro está repleto de referencias a la luz, la vista, la oftalmología, las ilusiones ópticas, etc., y no cabe duda de que el pequeño demonio es Lucifer («portador de la luz»), que sostiene un espejo donde se refleja un cubo en que a su vez se refleja la imagen del autor del cuadro, muy à la Velázquez.

Mucha más moderna y con un innegable aire macabro es esta Saint Lucy del ilustrador Johnnie McMonagle, que encontré en su esporádico blog The Deaths of The Saints, y que amablemente me ha permitido incluir aquí. Se puede ver otros de sus trabajos en su web Pulling Pictures.

Los atributos típicos de Santa Lucía son, por supuesto, los ojos en un platillo o en una copa, pero también se la suele representar con la palma, símbolo del martirio, y, más raramente, con la daga o una espada.

Recientemente LFG ha vuelto de un periplo otoñal por tierras palentinas y leonesas con algunas fotografías de imágenes de Santa Lucía, que se muestran a continuación. La primera de ellas se encuentra en el retablo mayor de la iglesia del Salvador, en Pozancos (se puede comparar con el estado original en que se encontraba la imagen antes de la restauración a que ha sido sometida tanto la iglesia como su contenido). La segunda imagen, palentina como la anterior, proviene de la iglesia de San Pedro, en Frómista, mientras que la tercera es una Santa Lucía que se encuentra en la iglesia de Santiago de Peñalba, en el pueblo leonés de Peñalba de Santiago.

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En las tres imágenes aparece el platillo con los ojos, y en las dos últimas también la palma. El libro que sostiene la primera imagen es símbolo de la fe de la que se negó a abjurar, y es un atributo que se encuentra con menor frecuencia en las representaciones de esta santa.

Lo que no ocupa lugar: